"Never Say Seven Again"
("Los Siete Cabritillos")
TERCERA PARTE.
TERCERA PARTE.
Wolf se despertó. La oscuridad absoluta le envolvía. No era capaz de distinguir ninguna de las formas que, gracias a su aguzado oído, sabía que rondaban a su alrededor. De repente, recordó que tenía los ojos cerrados.
Lentamente,aturdido y con los párpados pesándole de una forma nada habitual, James Wolf abrió los ojos. Poco a poco comenzó a distinguir las figuras que se movían de un lado a otro de la enorme sala. Decenas de sujetos vestidos con trajes grises sin ningún tipo de adorno recorrían la espaciosa habitación moviéndose de una máquina a otra. En el centro de la habitación se situaba una gigantesca lupa, sujetada por un mecanismo que, a simple vista, le pareció complejo.
Alrededor de la lupa, señalándose y gritándose los unos a los otros, se encontraban siete cabritillos. Junto a los cabritillos, se encontraba una mujer vestida con una caperuza roja que les gritaba y les daba órdenes sin parar. Entonces, la mujer de la caperuza se percató de que le estaba observando. Rápidamente chasqueó los dedos y, casi al instante, dos de los cabritillos se volvieron también hacia el agente secreto. Entonces, los dos cabritillos se acercaron a él y le pusieron algo en la cara. Y todo, una vez más, volvió a quedarse en penumbra.
-Bienvenido de nuevo al mundo de los vivos, James.- Dijo una voz femenina cercana a su oreja derecho una vez este dio señales de volver a estar despierto.
Wolf volvió a abrir los ojos. Frente a él se encontraba Caperucita, sonriéndole tan dulce e hipócritamente como le era posible. En su mano llevaba algún tipo de aparato rectangular con un botón rojo en el centro.
- Así que eras tú todo el tiempo. Tú eres la que intenta destruir Sweetland y estos estúpidos cabritillos solo están siendo utilizados para conseguir tus fines.- Dijo Wolf con un deje de odio en su voz.- Debí haberlo imaginado.
- ¡No, no podías haberlo imaginado!- Repuso la mujer, indignada.- Nadie en su sano juicio hubiera podido adivinar que yo estaba detrás de este magnífico plan terrorista! Así que no te las des de listo conmigo...
- De acuerdo, no hace falta que te pongas así...- Dijo Wolf, y fue necesario que intentara incorporarse para que se diese cuenta de que se encontraba en una plataforma metálica con las piernas y las muñecas sujetas fuertemente a la misma.
- Supongo- Continuó Caperucita- que estarás deseando saber cual es el motivo de que haya decidido borrar del mapa una ciudad como Sweetland.
- Pues no- Respondió Wolf con honestidad.- La verdad es que, mientras consiga impedirlo, el motivo no me importa lo más...
- LA RAZÓN- Le interrumpió Caperucita, haciéndose oir- es muy simple, mi querido ex-esposo: la venganza:
Cuando muy acertadamente te dejé y me convertí en la única propietaria de la fábrica de turrones "El Lobo", el negocio iba de maravilla. Las ventas no hacían más que crecer y crecer y los beneficios estaban en aumento.
Pero, los grandes artesanos de Sweetland decidieron crear una empresa dedicada a la fabricación de turrones y otro tipo de dulces. Debido a la maestría de las personas de esa ciudad y a su gran dedicación en la fabricación de todo tipo de productos azucarados, poco a poco fueron haciéndose con los compradores del mercado mundial de turrones, haciéndose tremendamente ricos y arruinando todo aquello por lo que yo había luchado.
Fue entonces cuando decidí destruir esa maldita ciudad para volver a recuperar el control del mercado. Debido a que todos sus habitantes están hechos de chocolate u otro tipo de dulces, Una lupa de tamaño descomunal enfocada correctamente será suficiente para derretir tanto toda la ciudad como a todos sus habitantes. ¡Y entonces se consumará mi venganza!
Caperucita dejó de mirar al vacío y volvió a dirigir su mirada al lobo. Wolf se encontraba mordiendo el brazalete que le impedía mover el brazo derecho. Cuando se di´cuenta de que le observaban, dejó de hacerlo.
- Eh... Perdona, ¿Estabas hablando? Estaba un poco ocupado intentando...
- ¡Maldito imbécil!- Exclamó Caperucita.- ¡Tu deber como prisionero es escuchar las divagaciones del enemigo de turno!- Luego miró el mando que aún sujetaba y sonrió.-Pero eso ya no importa. Tu camino ha llegado a su fin.- Y pulsó el botón rojo.
Como si la tierra estuviera desapareciendo debajo de él, la plataforma metálica sobre la que estaba tumbado Wolf comenzó a ascender hasta colocarse justo debajo de la lente de la lupa.
El lobo giró la cabeza y miró a través de una de las ventanas del almacén: La lluvia había cesado y lucía un sol brillante.
- Aunque un enorme rayo solar concentrado por la lente de una descomunal lupa acabaría con un pueblo hecho de chocolate- Se regodeó Caperucita.- También puede resultar fatal para un insignificante lobo colocado justo debajo de ella.- Luego comenzó a juguetear con el mando.-
Y, finalmente, aquí acaba la leyenda del gran James Wolf.- Dijo Caperucita con sorna.- Lobo Salvaje. Poderoso Empresario. Agente Secreto. Montón de Cenizas.
- Te has saltado Hombre Terriblemente Atractivo.- Se burló este.
Caperucita ignoró el comentario y dijo:
- ¿Últimas Palabras?
James Wolf observó la enorme lente que tenía sobre su cabeza.
- Definitivamente esta es la SEGUNDA lupa más grande que he visto.- Comentó.
Sin esperar otro comentario chistoso, Caperucita volvió a apretar el botón. Mediante un complicadísimo y nada barato mecanismo, el techo del almacén comenzó a abrirse, dejando pasar la luz solar, la cual iba acercándose a la superficie de la lupa.
"Supongo que este es el fin", pensó Wolf. "Siempre supe que moriría achicharrado por un gran rayo solar proyectado por una lupa gigante". Luego miró resignado al gran cristal sobre su cabeza, con la luz cada vez mas cercana, el cual anunciaba su muerte. "Ojalá hubiera podido despedirme de Moni Penny. Ojalá..." Y dejó de pensar en aquello.
No estaba todo perdido. Tenía una última opción de salvarse. Era una posibilidad entre un millón, pero tenía que intentarlo. Al fin y al cabo, si alguien podía conseguirlo, ese era él, James Wolf...
El almacén estaba destrozado. Los complejos máquinas que antes amueblaban la sala estaban ahora desperdigadas por el suelo. La plataforma a la que había estado sujeto Wolf se encontraba clavada en uno de los muros. Los trozos de la lupa rota plagaban el suelo. Los siete cabritillos se encontraban tumbados formando un montículo, inconscientes, y Caperucita se encontraba respirando con dificultad, acorralada en una esquina de la estancia por James Wolf, quien le apuntaba con una ballesta.
- Tengo que reconocer- Confesó Caperucita entre jadeos.- Que ha sido impresionante. No se como pudiste desarmar a todos mis esbirros, destruir la lupa, noquear a los cabritillos y quitarme la ballesta. Y todo con un palillo de dientes.
- Simplemente soy el mejor, querida.- Contestó Wolf, sonriendo.
- Quizás seas el mejor en tu trabajo, pero no podrás matarme.- Dijo Caperucita.
- ¿Cómo dices?- Se extrañó Wolf.
- Te conozco, James. Se quien eres. Eres un lobo de bosque, como tantos otros antes que tú, que sentía necesidades de un cambio en tu vida. Por eso, en vez de devorarme, te casaste conmigo. Por eso, cuando te dejé, te adiestraste como agente secreto. Todo por intentar huir de lo que de verdad eres: Un simple lobo de cuento, un villano por excelencia. Un perdedor.
El lobo bajó la mirada, y miró el traje con el que ahora vestía. Recordó como le gustaba ir desnudo por el bosque.
- Tu eres mi lobo, James, perteneces a mi cuento. Podría decirse que eres mio. Mi vida y la tuya están conectadas, así como lo están nuestras historias. Caperucita no puede existir sin el lobo, al igual que el lobo no es nada sin Caperucita. Por eso, amado mio- Caperucita avanzó hacia Wolf y se colocó justo delante de la flecha de la ballesta, la cual apuntaba a su corazón-, no puedes matarme.
Wolf miró fijamente a los ojos de Caperucita. jamás le habían parecido tan hermosos.
Lentamente, El Lobo comenzó a bajar la ballesta, momento que aprovechó Caperucita para acercarse a el y abrazarle.
- Ya está- Dijo esta con voz suave.- Ya pasó todo. Has tomado la decisión correcta, querido... Ahora todo se encauzará.
- Tienes toda la razón- Respondió Wolf, apartándose varios pasos de Caperucita, apuntándole de nuevo y apretando el gatillo.
El cuerpo de Caperucita calló inerte boca arriba, con un golpe seco. Wolf se volvió, dándole la espalda al cuerpo de la que había sido su mujer, y comenzó a andar.
Sabía que había hecho lo correcto. Él, James Wolf, había cumplido con su deber. Sin embargo, no podía dejar de pensar en las palabras de Caperucita. Quizás estaba desafiando el orden lógico de los cuentos. Quizás, por mucho que ambos hubiesen cambiado, Tanto él como la difunta muchacha estaban destinados a vivir juntos. Quizás, incluso, estaban destinados a morir juntos.
James se paró en seco, y observó la ballesta que tenía en la mano. Levantándola hasta la altura de sus ojos, la observó con gran interés. Era el mismo modelo que la suya. Luego, de forma casi automática, plegó el arco y se la guardó en el bolsillo interior de la chaqueta. Con mucho cuidado, se arregló la pajarita.
Había realizado una importante tarea. Había impedido que una maniaca de rojo destruyera una ciudad entera. Había salvado cientos vidas.
Quizás la teoría de Caperucita no era errónea. Quizás su vida estaba unida a la de ella y al haber apretado el gatillo había puesto en peligro la extraña lógica que rige el Mundo de los Cuentos. Quizás, por haberle quitado la vida a su compañera de aventuras, merecía morir.
Pero no tenía que ser hoy. Podía morir otro día.
FIN.
2 comentarios:
sabia que iba a morir caperucita llevándole la contraria a algo casi lógico xD
Muchas gracias por tu visita. Un placer ser invitado a esta página, la leeré asidumente. Espero que vosotros hagais lo mismo con la mia ;).
Namarie amigos.
Publicar un comentario