“Snow? Why?”
(“Blancanieves”)
Había una vez, en un reino un poco más al oeste que el pueblo del cuento anterior, una princesa que vivía con su madre (la Reina) y su padre (el lechero...digo, el Rey). La princesa, considerada por muchos la pequeña más hermosa del reino (y parte del extranjero), tenía el pelo oscuro y la piel blanca como la nieve. Por ello, y siguiendo con la ya conocida originalidad de los personajes de los cuentos en lo que a elegir nombres se refiere, los reyes decidieron llamar a la pequeña "Blancanieves".
Dos años después del nacimiento de la princesa, la Reina llegó a la conclusión de que no quería seguir viviendo junto al Rey y decidió marcharse con el verdadero padre de la pequeña. Desolado y Hundido, el Rey se dirigió una noche hacia la taberna más destartalada del reino con la intención de ahogar sus penas. Allí conoció a una hermosa mujer, con la que, para sorpresa de todos, contraería matrimonio a la mañana siguiente. Cuando, tras la ceremonia de boda, los más allegados al Rey le preguntaron a este (de forma muy educada y cumpliendo con el protocolo) cómo surgió aquel repentino flechazo, sólo pudo responder que fue"como por arte de magia".
Pasaron tres años, durante los cuales los reyes y la princesa vivieron felices en su castillo. O, por lo menos, el Rey y la Reina eran felices. Por mucho que lo intentase, no conseguía que Blancanieves cogiera cariño a su nueva madre. Y eso que la Reina era muy cariñosa con la niña. Incluso le contaba cuentos cada noche para que pudiera dormir mejor:
- Entonces - Dijo la Madrastra, sentada en la cama mientras arropaba dulcemente a Blancanieves.- El rey y la reina del país encantado echaron el veneno en la merienda de la estúpida y maleducada princesita, con la esperanza de que, una vez se lo tomara, le proporcionara una muerte lenta y dolorosa...
- Pero, Susan...- Dijo temerosa Blancanieves, asomando la cabeza por debajo de la sabana.-
- Llámame mamá- Le corrigió Susan, con ira contenida. Luego se incorporó y se dirigió a la salida de la habitación.
- Pero, Madrastra Susan...- Respondió Blancanieves, que aunque era pequeña tenía muy claro cómo hacer daño a su madrastra- ¿Cómo termina este cuento?
-Pronto lo sabrás, querida...- Dijo la Madrastra con una amplia sonrisa, mientras cruzaba el marco de la puerta de la habitación de Blancanieves.- Pronto lo sabrás.
El día en que Blancanieves cumplió dieciocho años, la princesa decidió que ya era hora de dejarle las cosas claras a su padre de una vez por todas:
- Eh...Padre...- Comenzó Blancanieves, dubitativa.
- ¿Si, Pastelito?
- Bueno, es sobre Susan...
- Llámala mamá.- Le corrigió el Rey.
- ¡Pero es que no es mi madre!
- ¿Otra vez con esas, Blanca?
- ¡No me llames Blanca!- Exclamó Blancanieves con furia.
- A tu madre le gusta.- Argumentó el Rey.
- ¡Qué no es mi madre!
- ¡¿Por qué no te callas?!- Gritó el Rey, muy enfadado.- Me duele en el alma tener que castigarte el día de tu cumpleaños, pero no me dejas otra alternativa. Sube ahora mismo a tu cuarto a reflexionar, hoy te quedas sin merienda.
- Papá, hace trece años que no meriendo.- Dijo Blancanieves, con cansancio.
- ¡Pues hoy tampoco lo harás!- Gritó el Rey mientras Blancanieves se alejaba por el pasillo hacia su cuarto.
Pero el Rey no tuvo demasiado tiempo para seguir preocupándose por las relaciones entre su mujer y la princesa. Según él, era una verdadera lástima desperdiciar cualquier tipo de comida, incluida la merienda. Y más si se trataba de una tarta de manzana como la que había estado preparando la Reina toda la tarde...
- Por cierto, padre- Dijo Blancanieves, volviendo a la habitación a toda prisa.- ya se que estoy castigada y todo eso, pero, ¿Me das dinero para ir de compras con BellaaAAAAAAAAAAAAAGH!- Exclamó Blancanieves aterrorizada al ver el cuerpo inerte de su padre en el suelo. Se alejó unos pasos del cadáver, tambaleándose. Luego miró los trozos de tarta que había junto a él, comprendiéndolo todo- Tengo que salir de aquí...- Dijo Blancanieves, y corrió hacia la salida del palacio, en dirección al bosque.
"...AAAAAAGH...", oyó Susan desde su habitación privada en la torre sur.
- Por fin la niñata a caído- Dijo la Madrastra.- Sabía que no podría resistirse a mi tarta de manzana.
Luego se acercó lentamente hacia un espejo de pie situado en el extremo de la habitación y se colocó enfrente de él. Un rostro surgió en el interior del espejo, devolviéndole la mirada a la Madrastra:
- Espejo, espejito mágico, ¿Quién es la mujer más hermosa del reino?- Preguntó Susan con amabilidad.
- ¿Qué clase de pregunta es esa?- Exclamó el espejo sonriendo, como si le acabaran de hacer la pregunta más fácil del mundo en la prueba más difícil existente.- ¡Blancanieves, por supuesto! ¿Has visto que ojos? ¡Y que piernas! Por no hablar de ese buen par de...
¡CRASH!
- ¡Traedme otro! - Ordenó La Madrastra a sus sirvientes, los cuales al instante retiraron los restos del antiguo espejo y colocaron uno nuevo en su lugar. Susan se acercó al nuevo espejo.- Espejo mágico...
- ¡No me rompas, por favor! ¡Te juro que no se quién es la más hermosa! ¡Si ni siquiera me gustan las mujeres...!
- ¡Silencio!- Exclamó la reina, haciendo callar al instante al Espejo.- Quiero que me digas dónde se oculta Blancanieves en este mismo instante.
-Ah...-Dijo el Espejo, sin creerse del todo que no iba a ser reducido a pedazos.- Eso...eso es fácil. Se encuentra en el bosque, en el claro junto al lago.
- ¡Esbirro Número Cinco!- Chilló la malvada Madrastra. El esbirro se presentó rápidamente frente a ella.- Avisa al Cazador- Dijo, volviéndose hacia la ventana de la torre y dirigiendo una mirada hacia el oscuro bosque donde se escondía la princesa.- Dile que tengo una presa que quiero que cace por mi...
Continuará...