"Lie Hard"
("Pedro y el Lobo")
("Pedro y el Lobo")
Había una vez, en un pequeño pueblo ganadero situado al oeste del reino del Rey Bob I, un niño llamado Pedro, que era conocido por todos los demás habitantes. Su fama no se debía a que fuese un estudiante brillante, ni un niño valiente. Básicamente, Pedro era conocido porque era, en palabras del propio alcalde, "un pequeño cabroncete mentiroso".
No existía en todo el reino una persona que mintiese más que Pedro. Era tal el volumen de barbaridades que salía de su boca, y tan creíble la manera en que las decía, que incluso gente de otros pueblos se había desplazado temporalmente para escucharlo. Y, aunque esto conllevaba el incremento del turismo en el pueblo, sus habitantes se encontraban cada vez más hartos del asunto.
Decidido a acabar con el asunto de las mentiras del pequeño, el alcalde convocó al Consejo de Ciudadanos para determinar una solución:
- Caballeros- Dijo el alcalde- Estamos aquí reunidos para hablar del asunto de Pedro...
- ¡Ese niño tan insoportable lo esta trastocando todo! - Dijo el maestro de la escuela.- ¡Ha conseguido convencer a todos los niños del colegio de que las tablas de multiplicar fueron creadas por el rey para controlar sus mentes y convertirlos en esclavos!
- ah, pero, ¿No es cierto? - Dijo el pastelero, quien nunca se enteraba de nada.
- ¡A eso me refiero! ¡Tener a alguien con ese potencial para mentir por ahí suelto, es espantoso!
- Desde luego.- Dijo la naturalista, alterada.- ¡Ese niñato ha convencido a mi pequeña Michele de que el graznido de los patos suena como un oboe, el piar de los pájaros como una flauta y el maullido de los gatos como un clarinete!
- Esta bien, esta bien.- Intervino de nuevo el alcalde.- Está claro que no podemos dejar el asunto tal y como está. ¿Alguna idea sobre qué deberíamos hacer para erradicar esta ola de mentiras de nuestro pueblo?
El enterrador alzó la mano, pidiendo la palabra.
- SIN violencia.- Aclaró el alcalde.
- Ah, bueno...- Dijo el enterrador al mismo tiempo que bajaba la mano, decepcionado.
- Podríamos darle un trabajo que le mantuviera lejos del pueblo la mayor parte del día.- Dijo la florista.- Algo en la pradera exterior, alejado del resto de los ciudadanos. Algo como...
"Ser pastor es un asco", pensó Pedro. "Estar horas sentado en una roca viendo como un puñado de ovejas arrancan la hierba a bocados no es, ni por asomo, divertido."
- Esos adultos no me entienden. - Dijo Pedro en voz alta, más para sí mismo que para las ovejas.- Lo único que intento es hacer de sus vidas algo más interesante, ¿y cómo me lo agradecen? Mandándome a la pradera exterior con vosotros, bichos repugnantes...- Pedro se levantó de la roca y empezó a darle pequeñas patadas a esta, aburrido.- Ojalá viniese un lobo y se comiera a estas estúpidas ovejas. Si así fuese, la gente vendría corriendo y me prestarían un poco de atención en vez de relegarme a este...este...- Dijo Pedro mientras una suculenta idea cobraba forma en su mente.- Eyyy...
Pedro tomó aire, se llevo las manos a la boca con el objetivo de amplificarla y gritó:
- ¡LOBOOOOOOOOOOOOOOOOOO!
El Lobo se encontraba observando detrás de unos arbustos. Llevaba dos semanas vagando de ciudad en ciudad, comiendo de contenedores de basura ( lo que significaba poco y mal) y durmiendo sobre cartones en la calle. Desde el divorcio con Caperucita, no le había ido demasiado bien. En esos momentos tan duros de su vida, lo menos que podía haberse imaginado es que una voz que no conocía de nada le llamase a gritos. Intrigado, decidió acercarse a observar.
Y ahí estaba. Desde los arbustos no solo pudo ver al pequeño humano que había gritado su nombre, sino también cómo los habitantes del pueblo llegaban asustados para encontrarse al niño llorando de la risa.
Con mirada atenta, el Lobo fue testigo de esta escena durante cuatro veces consecutivas.
En aquel preciso momento, el cachorro humano se encontraba tomando aire, preparándose para el quinto grito, momento que eligió el lobo para salir de su escondite:
- ¡ Eh, tú!- exclamó el Lobo, acercándose a Pedro con paso tranquilo.
Pedro miró horrorizado al lobo, dejando escapar de manera involuntaria todo el aire que había conseguido acumular.
- ¡Ah! N-no---¡No! L-lobo.....¡LOBOOOOOO!
- Nadie vendrá a ayudarte, niñito.- Dijo el lobo, sonriendo con malicia.- Estas son las consecuencias de mentir constantemente. Has conseguido que todo el mundo pierda la confianza en ti. Tu palabra ya no vale nada. Así aprenderás que si mientes, te quedas sólo.
- ¿Es... es eso una moraleja?- Consiguió balbucear el asustado niño.
El Lobo meditó su respuesta durante un instante.
- Más bien es una putada.- Declaró.
- P-por favor... déjame vivir... ¡Cómete a las ovejas! ¡Ellas no sirven para nada! - Exclamó Pedro, desesperado, señalando el lugar vacío donde deberían haber estado las ovejas.- Pero, ¿qué...?
- Salieron corriendo poco después de que yo apareciese. No te preocupes, es la reacción típica de las ovejas cuando ven a un lobo. Está en los genes, o algo así. De todos modos, prefiero la carne humana para almorzar...- Dijo el Lobo, situándose justo delante de Pedro, quien estaba temblando de terror.
- ¡Se lo ruego, señor Lobo, no me coma! ¡Le juro por dios que he aprendido la lección! No volveré a mentir nunca, JAMÁS, en lo que me queda de vida. Seré bueno, estudiaré hasta que me ardan los ojos y ayudaré a mis semejantes en todo lo que pueda. Pero, por favor, ¡No me devore!
El Lobo, muy serio, miró directamente a los ojos aterrados de Pedro. Luego suspiró.
- Bueno, esta bien. Supongo que, si has aprendido la lección, no tiene sentido continuar con esto. Vuelve al pueblo, vete a tu casa y duerme tranquilo. No voy a devorarte.
Pedro miró al Lobo con incredulidad. Luego, soltó una risita nerviosa y, aliviado, dijo:
- ¿De...De verdad?
El Lobo volvió a mirar a Pedro a los ojos y, sonriendo amablemente, respondió:
- No.
No existía en todo el reino una persona que mintiese más que Pedro. Era tal el volumen de barbaridades que salía de su boca, y tan creíble la manera en que las decía, que incluso gente de otros pueblos se había desplazado temporalmente para escucharlo. Y, aunque esto conllevaba el incremento del turismo en el pueblo, sus habitantes se encontraban cada vez más hartos del asunto.
Decidido a acabar con el asunto de las mentiras del pequeño, el alcalde convocó al Consejo de Ciudadanos para determinar una solución:
- Caballeros- Dijo el alcalde- Estamos aquí reunidos para hablar del asunto de Pedro...
- ¡Ese niño tan insoportable lo esta trastocando todo! - Dijo el maestro de la escuela.- ¡Ha conseguido convencer a todos los niños del colegio de que las tablas de multiplicar fueron creadas por el rey para controlar sus mentes y convertirlos en esclavos!
- ah, pero, ¿No es cierto? - Dijo el pastelero, quien nunca se enteraba de nada.
- ¡A eso me refiero! ¡Tener a alguien con ese potencial para mentir por ahí suelto, es espantoso!
- Desde luego.- Dijo la naturalista, alterada.- ¡Ese niñato ha convencido a mi pequeña Michele de que el graznido de los patos suena como un oboe, el piar de los pájaros como una flauta y el maullido de los gatos como un clarinete!
- Esta bien, esta bien.- Intervino de nuevo el alcalde.- Está claro que no podemos dejar el asunto tal y como está. ¿Alguna idea sobre qué deberíamos hacer para erradicar esta ola de mentiras de nuestro pueblo?
El enterrador alzó la mano, pidiendo la palabra.
- SIN violencia.- Aclaró el alcalde.
- Ah, bueno...- Dijo el enterrador al mismo tiempo que bajaba la mano, decepcionado.
- Podríamos darle un trabajo que le mantuviera lejos del pueblo la mayor parte del día.- Dijo la florista.- Algo en la pradera exterior, alejado del resto de los ciudadanos. Algo como...
"Ser pastor es un asco", pensó Pedro. "Estar horas sentado en una roca viendo como un puñado de ovejas arrancan la hierba a bocados no es, ni por asomo, divertido."
- Esos adultos no me entienden. - Dijo Pedro en voz alta, más para sí mismo que para las ovejas.- Lo único que intento es hacer de sus vidas algo más interesante, ¿y cómo me lo agradecen? Mandándome a la pradera exterior con vosotros, bichos repugnantes...- Pedro se levantó de la roca y empezó a darle pequeñas patadas a esta, aburrido.- Ojalá viniese un lobo y se comiera a estas estúpidas ovejas. Si así fuese, la gente vendría corriendo y me prestarían un poco de atención en vez de relegarme a este...este...- Dijo Pedro mientras una suculenta idea cobraba forma en su mente.- Eyyy...
Pedro tomó aire, se llevo las manos a la boca con el objetivo de amplificarla y gritó:
- ¡LOBOOOOOOOOOOOOOOOOOO!
El Lobo se encontraba observando detrás de unos arbustos. Llevaba dos semanas vagando de ciudad en ciudad, comiendo de contenedores de basura ( lo que significaba poco y mal) y durmiendo sobre cartones en la calle. Desde el divorcio con Caperucita, no le había ido demasiado bien. En esos momentos tan duros de su vida, lo menos que podía haberse imaginado es que una voz que no conocía de nada le llamase a gritos. Intrigado, decidió acercarse a observar.
Y ahí estaba. Desde los arbustos no solo pudo ver al pequeño humano que había gritado su nombre, sino también cómo los habitantes del pueblo llegaban asustados para encontrarse al niño llorando de la risa.
Con mirada atenta, el Lobo fue testigo de esta escena durante cuatro veces consecutivas.
En aquel preciso momento, el cachorro humano se encontraba tomando aire, preparándose para el quinto grito, momento que eligió el lobo para salir de su escondite:
- ¡ Eh, tú!- exclamó el Lobo, acercándose a Pedro con paso tranquilo.
Pedro miró horrorizado al lobo, dejando escapar de manera involuntaria todo el aire que había conseguido acumular.
- ¡Ah! N-no---¡No! L-lobo.....¡LOBOOOOOO!
- Nadie vendrá a ayudarte, niñito.- Dijo el lobo, sonriendo con malicia.- Estas son las consecuencias de mentir constantemente. Has conseguido que todo el mundo pierda la confianza en ti. Tu palabra ya no vale nada. Así aprenderás que si mientes, te quedas sólo.
- ¿Es... es eso una moraleja?- Consiguió balbucear el asustado niño.
El Lobo meditó su respuesta durante un instante.
- Más bien es una putada.- Declaró.
- P-por favor... déjame vivir... ¡Cómete a las ovejas! ¡Ellas no sirven para nada! - Exclamó Pedro, desesperado, señalando el lugar vacío donde deberían haber estado las ovejas.- Pero, ¿qué...?
- Salieron corriendo poco después de que yo apareciese. No te preocupes, es la reacción típica de las ovejas cuando ven a un lobo. Está en los genes, o algo así. De todos modos, prefiero la carne humana para almorzar...- Dijo el Lobo, situándose justo delante de Pedro, quien estaba temblando de terror.
- ¡Se lo ruego, señor Lobo, no me coma! ¡Le juro por dios que he aprendido la lección! No volveré a mentir nunca, JAMÁS, en lo que me queda de vida. Seré bueno, estudiaré hasta que me ardan los ojos y ayudaré a mis semejantes en todo lo que pueda. Pero, por favor, ¡No me devore!
El Lobo, muy serio, miró directamente a los ojos aterrados de Pedro. Luego suspiró.
- Bueno, esta bien. Supongo que, si has aprendido la lección, no tiene sentido continuar con esto. Vuelve al pueblo, vete a tu casa y duerme tranquilo. No voy a devorarte.
Pedro miró al Lobo con incredulidad. Luego, soltó una risita nerviosa y, aliviado, dijo:
- ¿De...De verdad?
El Lobo volvió a mirar a Pedro a los ojos y, sonriendo amablemente, respondió:
- No.
FIN.
6 comentarios:
Lo mejon es el titulo xD
Final apoteósico, ZAS EN TODA LA BOCA!!
XD que bueno x dio
jaja muy bueno Macafú
estoy de acuerdo con denurri lo mejor es el título me estoy descojonando en mi casa y son las 5 y media de la mañana xD
(no me pregunteis qué hago despierto y aquí) xD
que guay macafú xD me ha gustado mucho
Publicar un comentario