Cuento de Navidad
de Charles Dickens Macafú.
PRIMERA PARTE.
A principios del siglo XIX, en una pequeña ciudad británica, residía un anciano obsesionado con el dinero llamado Ebenezer Scrooge. Toda su vida giraba alrededor de los ingresos y los gastos de su modesta empresa contable. Pensaba en el dinero a todas horas. Lo único que le hacía dejar de pensar en el dinero era el dinero en sí mismo.
Todas estas circunstancias hacían de Scrooge un viejo cascarrabias y solitario obsesionado con el trabajo. Era incapaz de relacionarse con ningún ser viviente. Odiaba a los animales, ya que, según él, eran unos seres inservibles y molestos que solo ocasionaban gastos. Tampoco era muy partidario de relacionarse con los seres humanos que le rodeaban. Lo único que hacían era distraerlo de su trabajo, y eso le ponía de mal humor. Esos mequetrefes no tenían ni la menor idea de lo duro que era sacar adelante su negocio. Siempre estaban pidiéndole cosas. No podía salir de casa sin que algún degenerado egoista se acercase a intentar sacarle algo de efectivo: "Señor, una limosnita para los pobres", "Señor,mi familia necesita comer esta noche" "Señor, avise a los bomberos, me estoy quemando vivo"... . No comprendían que si no les hacía el menor caso era simple y llanamente porque... bueno, porque no le daba la gana.
Como cada mañana, Scrooge se había levantado temprano para arreglarse y dirigirse a su oficina, a pocos minutos de su casa. Cuando llegó, abrió la puerta (la cual lucía una ya gastada placa en la que aun podia leerse "Marley & Scrooge, Contabilidad Familiar"), miró a los contables a su cargo (los cuales comenzaron a escribir compulsivamente cuando su jefe atravesó la puerta) y, sin mediar palabra, se dirigió a grandes zancadas hacia su despacho, al final del pasillo. A medio camino, una figura se interpuso en su trayectoria, obligando a Scrooge a detenerse:
- Pero, ¿quién...?- Comenzó Scrooge, colocandose bien las gafas para reconocer al sujeto que se había interpuesto en su camino.- ¡Ah, eres tu, Cratchit! ¿Qué es lo que quieres?.
- Buenos días, señor Scrooge.- Dijo Bob Cratchit, tímidamente, mientras sujetaba fuertemente con las manos una guera carpeta con papeles.- Le...le traigo las cuentas anuales de este último año, señor. Balance de Situación, Cuenta de Pérdidas y Ganancias...
- Se cuales son las Cuentas Anuales de una empresa, gracias Cratchit...- Le cortó Scrooge.
- Si, ya...- Cratchit miró al suelo, intentando encontrar las palabras.- He...he estado trabajando en esto toda la noche, señor. Sin dormir.
- Me alegro por usted- Dijo Scrooge sin mucho entusiasmo, e intentó apartar a Cratchit con su bastón, sin éxito.
- Me preguntaba, señor- Continuó Cratchit, haciendo caso omiso de los bastonazos que el anciano le propinaba en la cadera.- Si sería posible salir antes esta tarde del trabajo y... y tomarme mañana el día libre. Al fin y al cabo, he estado trabajando mucho y...
- ¿¿El día libre??- Exclamó Scrooge, exaltado.-Pero, ¿te crees que aqui se viene a trabajar cuando a uno le da la gana? ¡Te pago para que trabajes, Cratchit, no para que te vayas de picnic! Ni que mañana fuese un dia especial...
- Es...es Navidad, señor.- Respondió Cratchit en voz baja, sin dejar de mirar al suelo.
- ¿¡ NAVIDAD!?- Gritó enfadado Scrooge, mientras apartaba bruscamente a Bob Cratchit de su camino.- ¡Paparruchas...!- Y entró en su despacho, cerrando la puerta estrepitosamente.
- Así que otro año más...-refunfuñó Scrooge mientras recogía unos papeles de su escritorio.- El turrón, el mazapán... la gente cantando de puerta en puerta, haciendose regalos, comiendo en familia... ¡Una perdida de tiempo y de dinero, eso es lo que es! Prefiero irme a casa temprano. Así podré terminar estos informes en un lugar que no esté contagiado por esta "fiebre navideña".
Al abrir la puerta para salir de su despacho, Scrooge encontró a Bob Cratchit con cara de sorpresa y el puño derecho levantado y preparado para llamar a la puerta.
- ¿Cratchit? ¿Se puede saber que quieres ahora? ¿No irás a decirme otra vez que quieres el día libre, verdad?- Se burló el viejo avaro.
- Yo... Pues, de hecho sí, señor- Dijo Cratchit, con decisión.
- ...¿Cómo dices?- Exclamó Scrooge, perplejo.
- La Navidad es una época de amor, de felicidad y de perdón- Dijo Cratchit, quien había leido dicha frase en un panfleto de la parroquia la mañana anterior.- Una época para estar en familia. Y...y.. Todos los trabajadores de esta empresa piensan lo mismo- Ninguno de ellos respaldó la afirmación- Y...y si usted es un viejo tacaño y antisocial que prefiere rodearse de numeros antes que de sus seres queridos, no me importa.- Continuó Cratchit, quien estaba empezando a emocionarse ante la mirada de sorpresa de su jefe- ¡Ya estoy harto! Harto de que no me reconozca ninguno de los esfuerzos que hago para esta oficina. Harto de sus gruñidos y malos modales. Harto de que nos trate como...¡como esclavos! Así que o me da el día libre o me despide, porque yo no pienso moverme de aquí hasta que haga una de las dos cosas...señor.- Añadió, en un momento de cobardía final.
Scrooge tardó un rato en poder contestar a dicho discurso. Cuando lo hizo, parecía más abatido que nunca:
- Yo...-Comenzó, con la mirada baja.- Tienes razón, Cratchit. Toda la razón. No se cómo he podido estar tan ciego, Es decir, tú hablándome de la Navidad y yo sin prestarte la atención que te mereces.- Luego respiró hondo.- Está bien, Cratchit, haré lo que me pides.
- ¿Va...Va ha darme el día libre?- Exclamó Cratchit, sonriendo.
- Claro. Y no sólo mañana, todos los días. Estás despedido.
En esta ocasión fue Cratchit el que tardó un tiempo en reaccionar.
- Eh...¿Cómo?- Consiguió articular al fin.
- Ya me has oído, ¡largo!- Scrooge se volvío para mirar al resto de sus empleados. ¿Alguno más desea tener el día de Navidad libre?- Nadie contestó.- Eso me parecía.- Luego volvió a dirigirse a Cratchit.- Recoge tus cosas, quiero que dejes MI oficina antes de la hora del almuerzo.
Y cuando Scrooge estaba saliendo por el marco de la puerta que daba a la calle, añadió:
- Ah, y Feliz Navidad.
Era casi media noche, y Scrooge se encontraba en su considerablemente grande Sala de Estar, medio tapado por una serie de montículos de monedas de cobre que se alzaban sobre su antigua mesa de madera de roble mientras contaba por octava vez las ganancias que llevaba en el mes de Diciembre.
De repente, el reloj de la sala dio las doce. Y, con una repentinidad mayor que la anterior, las ventanas que daban al balcón exterior se abrieron de par en par con una fuerza desproporcionada, dejando entrar una gélida corriente de aire. Scrooge estornudó:
- ¡Aaaatchís!
- ¡Jesús!- Dijo una voz de ultratumba.
Scrooge dió un gritó de terror al ver a la figura que se alzaba frente a él, flotando sobre la moqueta. Era un ser espectral que llevaba unas cadenas alrededor del cuerpo, las cuales producían un ruido chirriante al chocar entre si.
Una vez se le hubo pasado el susto inicial, Scrooge comenzó a pensar que la cara del fantasma le resultaba familiar. Esa figura estilizada, ese bigotito ridículo, ese traje a rayas...
- ¿Marley? ¿Bob...digo, Jacob Marley? ¿Mi...mi antiguo socio? Pero... ¡pero si estás muerto!- Exclamó Scrooge entre aterrado y fascinado.
- Lo se...¡Tú me matasteEeEe...!- Gimió Marley de la manera mas fantasmal que pudo.
- ¿Qué yo te maté? pero si te resbalaste con una cáscara de plátano y caiste por las escaleras!
- Si, eso es cierto... Pero tú colocaste a propósito la cascara de PlatanoOoOo...- Continuó gimiendo Marley.
- En realidad fue Henderson, el de la segunda planta, quien tuvo la genial idea de ponerse a comer en horas de trabajo. Lo echamos ese mismo día. ¡Y suprimimos la hora del almuerzo de los empleados!
- ¿En serio? siempre creí que habías sido tú...- Dijo Marley, abandonando todo resto de tono fantasmal.
- Claro que no.- Dijo Scrooge, sonriendo- Tú eras mi amigo. Mi socio. A cuantas personas explotamos y cuanto dinero conseguimos a su costa, ¿eh?
- Je, je...sí...¡No, no!- Exclamó Jacob Marley, recordando de repente a lo que había venido.- ¡Es por eso por lo que he sido condenado! ¡Por enbaucar viejecitas y exprimir trabajadores! Mi castigo es vagar eternamente por este mundo cargando estas pesadas cadenas, símbolo del dolor que causé en vida...¡Y esto mismo te va a pasar a ti!
- ¿A mi?- Se sorprendió Scrooge.- Pero... ¿Por qué a mi? ¡Si yo soy un ciudadano modelo! No me meto con nadie y pago mis impuestos. Casi siempre.
- Esto no tiene que ver con ser un buen ciudadano, sino con ser una buen ser humano, Ebenezer. Hoy, en la noche de Navidad, tendrás tu última oportunidad para redimirte...
- ¡Claro! Para eso está la Navidad, ¿no? ¡Pero si me encanta la Navidad!- Dijo Scrooge a la desesperada, intentando salvarse.
- Nunca te ha gustado la Navidad. Si incluso hoy cuando venías de camino a casa le diste una patada a un Santa Claus callejero.- Respondió Marley.
- Eh... ¡Fue en defensa propia!
- ¡No es cierto!- le espetó Jacob.
- ¡Si lo es! ¡Intentó agredirme con la campana!
- De cualquier modo- Dijo Marley, haciendo caso omiso a las palabras del anciano.- Esta noche vendrán tres fantasmas a tu casa. Ellos te ayudarán a encontrar el sendero de la luz. Es tu última oportunidad, Ebenezer Scrooge.
- Pe-pero...- Titubeó Scrooge.
- El primer fantasma vendrá a la una de la madrugada- Continuó Marley mientras empezaba a desaparecer lentamente.- A la una...a la una... a la una...
Y desapareció.
Scrooge permaneció sentado sin saber como reaccionar. En la noche silenciosa, aún se oían los últimos ecos de las palabras de Jacob Marley: "A la una...a la una.. a la una..."
Scrooge miró a su derecha. Susurrándole a la oreja, haciendo eco con las manos, se encontraba Marley, quien le devolvió la mirada.
- A la una...a la una... a la... Bueno, no me mires así. Al fin y al cabo, qué sería de los fantasmas sin un poco de dramatismo.
Y desapareció realmente.
Scrooge miró la ventana del balcón, la cual se encontraba abierta de par en par. Luego se acercó a ella. En la calle no se oía más que el barullo lejano de unos gatos peleándose. Un poco más aliviado, cerró la ventana (y bajó las persianas y echó las cortinas, por si acaso)y se desplomó en su sillón favorito.
Echando un último vistazo a la ventana cerrada, exclamó:
- Fantasmas... ¡Bah, paparruchas!
Continuará...